Winsdom Ikhiuwu, una pantera negra con ADN de vibranium
El atleta zaragozano vivirá a sus 22 años sus 1º Juegos Paralímpicos. Competirá en las pruebas de 100 metros y de longitud T13 para personas con discapacidad visual.
Jesús Ortiz García
@JesusOrtizDXT
27 de agosto de 2024, 12:00
Sus ojos vivaces y su tímida sonrisa de marfil destilan alegría. Posee un físico portentoso para la velocidad y los saltos. Entre series y ejercicios descansa, se repone, vuelve a esprintar, corre con elegancia felina y se impulsa para volar sobre el foso de arena. Winsdom Ikhiuwu está considerado como uno de los diamantes aún en bruto del atletismo español. En las pistas de La Granja, la ‘pantera negra’, como le han apodado, lleva una década bajo la batuta de Casimiro Martínez, entrenador de la ONCE en Aragón. A sus 22 años piensa en desplegar las alas para su explosión deportiva. En París afronta su reto más relevante hasta la fecha, los Juegos Paralímpicos.
Sus ojos se enfrentan a la oscuridad cuando el sol impío cae sobre el tartán. “Me afecta mucho y no veo la tabla de batida o la línea de meta, así que tengo que ingeniármelas para buscar alternativas y salir adelante”, recalca. Nació con atrofia parcial del nervio óptico, que ocasiona que la visión se opaque y se reduzca el campo visual. “También tengo miopía y astigmatismo. Pero la discapacidad nunca me ha frenado, alguna vez me he rayado la cabeza sobre si puedo hacer ciertas cosas, pero no me pongo límites, siempre lucho y trato de alcanzar los objetivos que me propongo”, agrega.
Se siente orgulloso de ver en lo que se ha convertido, en un atleta instalado en la élite y que recién está despegando de la rampa de lanzamiento. De pequeño ya poseía una serie de cualidades innatas para el deporte. “Cuando había pruebas por parejas en clases de educación física todos los compañeros querían ir conmigo porque ganaba siempre, ya era muy veloz”, dice riendo. Adquirió equilibrio y coordinación gracias al patinaje, una actividad extraescolar que compaginó con el coro en el Colegio Nuestra Señora del Carmen y San José. “Estuve diez años, no cantaba mal”, confiesa Winsdom, quien se ha criado en El Gancho, en pleno corazón de Zaragoza, uno de los barrios más interculturales de la capital aragonesa. Allí se habían instalado sus padres, ambos procedentes de Nigeria.
El atletismo se cruzó en su camino a los 12 años en unas jornadas deportivas de la ONCE. Durante un curso lo compatibilizó con la natación, pero la piscina no se le daba bien y lo dejó. “La pista me atrapó, me da esa motivación de querer superarme cada día y de ser mejor. Cuando corro y salto me siento libre, sin barreras, es el lugar dónde puedo sacar todo mi potencial”, asegura el joven. Ha sido campeón de España desde infantil hasta absoluto en pruebas de velocidad y de salto en categoría T13 (discapacidad visual). Como júnior quedó cuarto en el Mundial de Nottwil (Suiza) en 2017 y en su debut internacional con los ‘mayores’ ganó un bronce en el Europeo de Bydgoszcz (Polonia) en longitud, su especialidad.
“Fue mi carta de presentación, di un golpe en la mesa y demostré que puedo medirme a los mejores del mundo”, afirma. El pasado mes de mayo acabó sexto en el Mundial de Kobe (Japón), su mejor resultado en esta competición. En estos 10 años ha sido pulido con paciencia por Casimiro Martínez, su sombra en la pista. “Tiene unas condiciones físicas muy buenas, lleva desde 2021 centrado en los saltos, una prueba compatible con los 100 metros. Es muy trabajador, a veces despistado, pero es algo que tienen todos los genios. Su proyección es muy alta y tiene nivel para superar los siete metros. Los Juegos son para él un impulso en su trayectoria, confiamos en que dé muchas alegrías al deporte español”, analiza el técnico zaragozano.
Explosivo y enérgico, en los 100 metros T13 su marca personal está en 11.31 y se ve capaz de bajar de los 11 segundos, “aunque tengo que limar detalles porque en las carreras de este año me he apagado en los últimos 40 metros”. Su apuesta está en el salto de longitud. En junio voló más que nunca y alcanzó 6.75 metros. “Es indescriptible lo que siento cuando estoy en el aire, me encanta esta prueba. Te exige mucho y cualquier fallo te condena. Cuando me pongo las zapatillas soy muy competitivo, la concentración es máxima y en la cabeza visualizo todos los movimientos antes de saltar. Ahora he cambiado la técnica y el ritmo de carrera, con 18 apoyos antes de la batida, que espero que me ayuden a lograr mis objetivos”, explica.
Se quedó a 4 centímetros de la mínima B para ir a Tokio 2020, un varapalo que superó rápido. En París tendrá su reválida, la oportunidad que tanto anhelaba. “Es una recompensa al trabajo, al esfuerzo y a la dedicación diaria. Es un orgullo y una responsabilidad porque acabo con la sequía de 28 años sin un atleta aragonés en unos Juegos Paralímpicos -desde Atlanta 1996 con Alejo Vélez-. Quiero disfrutar del ambiente, convivir con mis compañeros y con gente de otros países, ver todos los deportes posibles, desfilar en la ceremonia inaugural y dejarme la piel en la competición”, subraya.
Estará en los tacos de salida rodeado de rivales como el noruego Salum Kashafali o el argelino Skander Athmani. “Son bestias, corren por debajo de 10.50 y todavía estoy muy lejos de ellos. Sé que es complicado, pero me gustaría estar en la final”, comenta. Winsdom sí se muestra más ambicioso sobre el foso de arena, donde tendrá al alicantino Iván Cano -plata en Tokio 2020 y vigente subcampeón del mundo- como uno de los adversarios más fuertes. Pero no descarta dar la sorpresa. “Estoy bastante fuerte, con confianza e ilusión. Sé que puedo ponérselo difícil a los favoritos y saltar más allá de los siete metros. El listón de las medallas está alto, pero nunca hay que renunciar a ellas. Si soy cuarto o quinto y mejoro mi marca, estaría satisfecho”, concluye.