La 'sirenita' Michelle, brazadas de tesón y superación
Pensó en dejar la natación con 14 años porque las niñas se reían de ella por su discapacidad intelectual, pero acabó creciendo en la piscina del Ademi Tenerife y ahora es campeona paralímpica, del mundo, de Europa y plusmarquista mundial en los 100 metros braza.
Jesús Ortiz García
@JesusOrtizAD
28 de Abril de 2016, 12:43
Antes de saltar a la piscina en los cascos de Michelle Alonso suena ‘Roar’, una canción de Katy Perry con cuya letra se siente identificada. «Me ayuda a activarme, me motiva, sobre todo, cuando dice soy una campeona. Así me siento yo», recalca. Con 14 años pensó en dejar la natación porque las niñas de su club se reían de ella por su discapacidad intelectual. Ahora, la ‘sirenita’ de Tenerife ruge y vuela en el agua, no tiene límites y es la reina de los 100 metros braza. En el Open Británico Internacional de Glasgow batió el récord del mundo, que ella misma ostentaba, en dos ocasiones en apenas unas horas.
«Me lo tomé como un entreno, me encontré muy bien en los primeros 50 metros, luego apreté y cuando vi la marca, no me lo creía porque me estaba costando bajar de 1 minuto 14 segundos. Por la tarde lo afronté más relajada, pero ya en la piscina, cuando la británica Bethany Firth me cogió en el viraje, sabía que tenía que ir más rápido, me dolían los brazos en los últimos metros, pero lo di todo. Cuando toqué la pared y vi 1:12.61, pensé que me estaban gastando una broma, es un sueño. Me dije, ‘Ahora me harán un control antidopaje'», bromea.
Su entrenador, José Luis Guadalupe, destaca la gran progresión de Michelle: «Lo que ha hecho es impresionante. Se están bajando las marcas en natación, hace 4 años el récord estaba en 1:16.85 y ahora está en 1:12.61, eso es una burrada y el tiempo en esta prueba paralímpica se acerca a la olímpica, está a 6 segundos». La canaria no tiene rival en los 100 braza (categoría S14) desde que en 2012 ganó en los Juegos Paralímpicos de Londres y se convirtió en plusmarquista mundial. Un año después se colgó el oro en el Mundial de Canadá y luego en el Europeo de Eindhoven. «La clave es la ilusión, el trabajo diario y el esfuerzo en cada entrenamiento», apunta.
La nadadora del Ademi Tenerife se prepara con dobles sesiones, de lunes a sábado, para repetir éxito en Río en septiembre. «Las medallas están más difíciles que antes, el nivel ha subido mucho y estará complicado, pero me gustaría sacar otro oro como el de Londres y si no, que sea una medalla de otro color. El objetivo es subir al podio y disfrutar de la experiencia con mis compañeros, del ambiente de unos Juegos y de la piscina», explica. Para su técnico, «Bethany Firth es la que puede hacerle sombra. En Río, alcanzar 1 minuto 11 segundos garantizaría el oro y Michelle está preparada para ello».
Test en el Europeo de Funchal
Antes deberá lidiar con otro reto, ya que del 30 de abril al 7 de mayo competirá en el campeonato de Europa de Funchal (Portugal). «Ya tengo la mínima para los Juegos así que me lo tomaré como un entrenamiento importante, como un test de nivel, aunque voy a intentar bajar el récord del mundo otra vez y llevarme otra medalla», confía la deportista de 22 años, que se considera supersticiosa y siempre lleva en su mochila unas piedras y una concha. «Me dan suerte», asegura.
Con 7 años empezó a nadar por recomendación médica debido a problemas de espalda y pronto despuntó en la prueba de braza, pero estuvo a punto de dejar la natación, se sentía desplazada por su discapacidad. «Me costaba relacionarme con los demás, tengo problemas de comunicación y me daba miedo que no me aceptasen como soy. En la Agrupación Deportiva Santa Cruz, las niñas no me trataban bien, se reían de mí. Siempre salía la última de la piscina y la primera de los vestuarios para evitarlas. Así que decidí marcharme porque no me gustaba el ambiente», relata Michelle.
Y recaló en el Ademi en 2009: «Venía de un club convencional donde no se integró porque no supieron tratarla bien. Cuando llegó a nosotros, encajó desde el primer momento y con esfuerzo ha salido todo bien», dice ‘Guada’. «Aunque mi entrenador no lo reconozca, cuando me vio nadar se quedó con la boca abierta (risas). Él es muy exigente, quiere que vaya a por todas siempre, sin él no hubiese llegado hasta aquí. Sabe recargar mis pilas, animarme y motivarme», añade la tinerfeña.
En el agua se transforma y sale su garra y competitividad, cualidades que su entrenador vio desde el primer día: «Tiene talento, calidad y una buena actitud, siempre confié en ella. Aunque tenemos que motivarla y exigirle en los entrenos para que aporte su máximo. Es una chica que siempre tiene una sonrisa para todos. Por su discapacidad intelectual no llega a madurar del todo, pero el deporte le ha ayudado mucho a tener unas pautas de educación y un control de su vida, se ha superado».
Michelle quiere seguir escribiendo nuevos capítulos en su historia con la piscina. «Espero no llegar a mi techo aún, quiero seguir disfrutando de la natación, ganar medallas e ir también a los Juegos de Tokyo 2020. Desde pequeña me encanta todo lo relacionado con lo japonés, como el manga. No sé si mi cuerpo y mi cabeza aguantará, pero voy a luchar por mis sueños», apostilla la nadadora de sonrisa perenne.