Eloy Guerrero, el polifacético deportista que desafiaba obstáculos
El extremeño fue una referencia mundial en la modalidad de slalom y uno de los pioneros en baloncesto en silla de ruedas en España. Ganó el primer oro internacional en el deporte adaptado español en 1969.
Jesús Ortiz García
@JesusOrtizDXT
19 de mayo de 2020, 20:00
Valentía, voluntad y determinación fueron los ingredientes del cóctel que a Eloy Guerrero Asensio le sirvió para ser un aventajado en su tiempo, un polifacético deportista cuya ilusión y afán de superación no conocían límites ni barreras. A los mandos de su silla de ruedas, el extremeño fraguó su talento en el Instituto Guttmann de Badalona, el hospital que cambió la vida de muchas personas con discapacidad. Destacó en atletismo por su destreza y velocidad en el slalom, fue uno de los pioneros en baloncesto en silla pese a su precocidad y llegó a participar en tres Juegos Paralímpicos.
De pequeño a Eloy siempre se le vio jugar y corretear por las empinadas y angostas calles de Esparragosa de Lares (Badajoz), hasta que un día con ocho años perdió la movilidad de sus piernas. “Fue por un fallo médico tras una punción lumbar. Me quedé parapléjico, de cintura hacia abajo ya no volví a sentir nada. Fue un palo duro, dejé de hacer las cosas como el resto de niños. En mi pueblo recaudaron fondos y me compraron una silla con ruedas delanteras grandes, aquello parecía un sillón enorme”, dice riendo. Sus padres decidieron trasladarse a Barcelona en busca de algún tratamiento innovador.
“Fui de los primeros ingresados en el recién inaugurado Instituto Guttmann, era un crío y aquellas terapias con deporte me ayudaron en la rehabilitación. Practiqué todas las modalidades posibles, atletismo, baloncesto, ajedrez, tenis de mesa, tiro con arco… era muy enérgico y me atrevía con todo”, asegura. Tiene el honor de ser uno de los 12 jugadores que disputaron el primer partido de basket en España entre el Trauma del Hospital Vall d’Hebrón y el ANIC (Asociación Nacional de Inválidos Civiles), equipo con el que ganaría su única Liga en 1976.
El deportista pacense, que competía con pasión pese a su bisoñez, estrenó su palmarés en un campeonato nacional en Madrid con una presea dorada en slalom y un bronce en 100 metros lisos. Un botín que le granjeó una plaza en la expedición española que disputó en 1969 los Juegos Mundiales de Stoke Mandeville -competición anual precursora de los Juegos Paralímpicos-. En la ciudad británica, el imberbe Eloy tiró de habilidad y rapidez para sortear obstáculos y proclamarse campeón en slalom.
“Era ágil y pesaba poco, se me daba bien esta prueba en la que tenía que superar elementos como escalones, bordillos o rampas. Simulaba las situaciones a las que te enfrentabas luego en el día a día con las barreras arquitectónicas, eso me dio libertad para moverme por la calle”, asevera. Aquella medalla supuso el primer oro internacional en la historia del deporte adaptado en España. En ese torneo también formó parte del bautismo de la selección española de baloncesto, que afrontó batallas desiguales ante las grandes potencias. “Éramos novatos y en nuestro debut, con la presencia de la Reina Isabel II, Gran Bretaña nos arrolló, perdimos 74-5. Jugábamos con nuestras sillas de paseo que se frenaban y ellos con sillas deportivas muy ligeras”, lamenta.
En 1972 acudió a los Juegos Paralímpicos de Heidelberg (Alemania), en los que volvió a mostrar su faceta multidisciplinar. “Recuerdo que me tuvieron que sacar de la cancha de baloncesto en mitad de un partido para jugar con el equipo de tenis de mesa. También disputé varias pruebas de atletismo -fue 9º en slalom-. Lo que más me llamó la atención era la diferencia que había entre países, algunos nos llevaban años de ventaja. Nosotros hacíamos deporte porque nos gustaba, para divertirnos y porque nos permitía viajar”, cuenta.
En los años siguientes coleccionó varios metales, como dos oros en slalom y en relevos 4×100 metros en el Mundial de Saint Etienne (Francia). Aunque su presea más valiosa llegó en los Juegos Paralímpicos de Toronto 1976 con una plata: “Fue un día inolvidable, estuve cerca del oro. Como anécdota, no pude recoger la medalla ya que la entregaban al día siguiente de la competición y no me encontraba en el estadio en ese momento. Manuel Bellón, mi compañero en tiro con arco, fue quien subió al podio por mí. La guardo con mucho cariño en un cuadro de madera que me hizo mi padre, que era carpintero”.
Pese a su pasión por el slalom, se decantó por la canasta ya que había comenzado a trabajar como oficinista en la antigua ‘Transportes La Guipuzcoana’ y apenas tenía tiempo para compaginarlo con más deportes. Siguió jugando con el Instituto Guttmann, aunque en los años 80 desapareció de las convocatorias de la selección española. Hasta que el técnico Ángel García lo rescató para los Juegos de Barcelona 92. “No me lo esperaba, pero me encontraba fuerte y podía aportar aún mi juego. Era un base sereno y con gran visión de juego, leía bien las jugadas y sabía qué necesitaban mis compañeros”, apunta.
Tras vestir en 94 ocasiones la camiseta nacional, no pudo tener una mejor despedida. “Fue un sueño participar en aquellos Juegos y en mi ciudad de acogida, cambiaron la historia del deporte. Era un orgullo jugar delante de nuestro público, era la primera vez que veía un pabellón lleno, fue increíble porque en cualquier campeonato anterior, en las gradas solo estaban los familiares. En Barcelona me sentí como un deportista de élite, iba por cualquier instalación y siempre a rebosar de personas, no parábamos de firmar autógrafos, parecíamos estrellas. La pena es que no conseguimos medalla a pesar de tener una gran plantilla”, comenta.
Con el equipo de toda su vida rezumó su calidad en las canchas durante dos años más hasta poner fin a una carrera repleta trofeos y reconocimientos. “He ganado muchas cosas, aunque lo que más ilusión me hizo fue el homenaje que recibí de mi localidad natal, le pusieron mi nombre al pabellón del pueblo”, confiesa. A Esparragosa de Lares suele viajar dos o tres veces al año para disfrutar de la pesca en el embalse de La Serena, una tierra que tuvo que abandonar siendo niño para rebelarse ante la adversidad. Eloy Guerrero, un pionero del atletismo y del baloncesto en silla que supo serpentear los obstáculos hacia el éxito.